1943
A principios de 1943, los soviéticos retoman los territorios cosacos. Miles de cosacos, hombres, mujeres y niños, huyen del Ejército Rojo. Esta huida termina provisionalmente en Novogrúdok, Bielorrusia, sector que los alemanes atribuyen a los cosacos.
El 21 de abril de 1943, se crea oficialmente la 1ª división cosaca. Se le reserva especialmente un centro de instrucción en Mława, al norte de Varsovia. La noticia se difunde entre los «blancos» refugiados en el oeste desde el fin de la guerra civil y numerosos oficiales cosacos establecidos en Francia, Serbia y Croacia se unen a la 1ª división con el objetivo de participar en el renacimiento, tan esperado, de la nación cosaca. Unas semanas más tarde, nombran a Von Pannwitz general mayor de la 1ª división cosaca. También adopta a un joven huérfano cosaco.
En septiembre de 1943, se termina la instrucción de la 1ª división cosaca. La componen dos brigadas de tres regimientos de caballería cada una y la encuadran oficiales alemanes (1ª brigada: 1º regimiento de cosacos del Don, 2º regimiento de cosacos siberianos, 4º regimiento de cosacos del Kubán. 2ª brigada: 3º regimiento de cosacos del Kubán, 5º regimiento de cosacos del Don, 6º regimiento de cosacos del Terék).
1944
En agosto de 1944 mandan la 1ª división a Croacia para combatir a Tito y sus partisanos.
En septiembre de 1944, el Ejército Rojo está en las inmediaciones de Minsk. Los alemanes deciden entonces transferir el grupo de refugiados cosacos que se encuentra en Bielorrusia. Este grupo se compone de 24.000 a 35.000 personas según lo estimen los británicos o los cosacos. Cabe señalar que también hay algunos «blancos» que vivían en el oeste desde el fin de la guerra civil y que se unieron a sus hermanos cosacos. Esta comunidad de refugiados está dotada de un cuerpo de defensa paramilitar equipado con armas ligeras proporcionadas por los alemanes o tomadas a los soviéticos. Desde hace unos meses la dirige el atamán Domanov.
Una larga caravana de carretas, caballos, bovinos e incluso dromedarios se pone en marcha, cruza Polonia, Alemania y Austria y va a ubicarse en el norte de Italia, cerca de Tolmezzo, en Carniola. Aquí es donde en febrero de 1945 el general Krasnov, su familia y su estado mayor alcanzan el grupo.
En noviembre de 1944, la 1ª división cosaca pasa administrativamente de la Wehrmacht a las Waffen SS y se convierte en el 15º cuerpo de caballería cosaco. Constituido por 18.000 hombres, se desplaza al valle del Drava, donde inicia sus primeros combates con el Ejército Rojo.
1945
El 21 de febrero de 1945, los británicos y los soviéticos firman los acuerdos de Yalta, que prevén, específicamente, la repatriación a la URSS de todos los soviéticos caídos en manos de los aliados. La consecuencia de este acuerdo es la repatriación forzada de casi 2 millones de soviéticos, de los cuales la mayoría acabaron en el gulag; entre ellos, numerosos soldados soviéticos fieles al Ejército Rojo, a los que enviaron a los campos en virtud del principio estalinista según el cual todo individuo capturado por el enemigo debe considerarse traidor de la patria.
El 5 de abril de 1945, los delegados de todos los regimientos del cuerpo de caballería cosaco eligen a Von Pannwitz como feldatamán jefe de todas las unidades cosacas. Esta función había quedado desocupada desde la muerte del zarévich Alekséi en 1918. Un poco más tarde, el cuerpo de caballería cosaco se integra oficialmente en el ejército ruso de liberación de Vlásov.
A principios de mayo de 1945, los refugiados cosacos, que han debido volver a la carretera, van a instalarse en el valle de la Drava. El 15º cuerpo de caballería cosaco también permanece unos kilómetros más al oeste. Para no caer en manos de sus enemigos bolcheviques, tanto los cosacos de Domanov como el 15º cuerpo cosaco de Pannwitz deciden entregarse a los británicos, que ocupan la región. En efecto, están seguros de que los británicos se mostrarán comprensivos y los ayudarán a encontrar refugio en el oeste.
A finales de mayo y principios de junio de 1945, pese a todas las promesas de los británicos y como consecuencia de atroces subterfugios, todos los cosacos tanto militares como civiles (de los cuales casi 3.000 son niños) se entregan al Ejército Rojo para que los repatríen a la Unión Soviética. Tienen lugar escenas abominables, pues los cosacos se niegan a marcharse. Algunas mujeres deciden tirar a sus propios hijos al Drava antes que dejar que caigan en manos de Stalin, algunos hombres se cortan el cuello, asesinan a su familia entera prefiriendo liberar a los suyos mediante una muerte rápida que entregarlos a la lenta agonía que les reservan los comunistas. Y tienen razón. ¡Los esperan con pie firme en Moscú! Ahorcan a todos los grandes héroes de la guerra civil, entre ellos Krasnov y Shkuró, así como a Von Pannwitz, tras un simulacro de proceso, en enero de 1947. Mandan a los demás oficiales, los soldados rasos, las mujeres y los niños al gulag, hacia los campos del complejo de Kémerovo, en Siberia central. En su mayoría nunca saldrán.
¿Cómo se llega a tal drama?
En principio, el respeto estricto de los acuerdos de Yalta habría debido llevar a los británicos a no entregar más que a las personas que responden a los criterios de la ciudadanía soviética. Así, habrían debido estar excluidos de la repatriación los alemanes que encuadraban a los cosacos (500 hombres), pero también los «blancos» emigrados al oeste y poseedores o de otra nacionalidad o de un pasaporte Nansen, lo que representa casi 3 000 personas. ¡Sin embargo, no se hizo ninguna distinción y entregaron a todos a Stalin en bandeja de plata!
¿Por qué ese exceso de los términos estrictos del acuerdo por parte de los británicos? Se presentaron varios motivos: Stalin había transmitido el deseo de recuperar a los cosacos y los británicos habrían visto una moneda de cambio para que Stalin frenase a Tito en sus reivindicaciones sobre algunos territorios italianos o austriacos, que fuera conciliador sobre la cuestión de Polonia y que se comprometiera más contra Japón. Otros responsables británicos sostuvieron que no era materialmente posible examinar caso por caso la ciudadanía de cada prisionero. ¡Motivo poco creíble dada la celebridad de algunos jefes cosacos de los que los británicos sabían perfectamente que nunca habían sido soviéticos!
¿Qué decir de Von Pannwitz y de sus oficiales alemanes?
Algunos otros intentaron defender la posición británica asegurando que los aliados contemporáneos de los acontecimientos relatados no estaban al corriente de la represión estalinista como tampoco de la existencia masiva del gulag ni del paso por este de millones de soviéticos. Si este argumento se puede alegar a propósito de la opinión pública occidental de los años 40, no se sostiene en lo que respecta a sus dirigentes, que no podían ignorar estos hechos.
En efecto, hacía tiempo que los testimonios corroborando esta terrible represión ya habían cruzado las fronteras del imperio soviético, pues en 1926 Maslagov, oficial blanco fugados de los campos (L’Île de l’enfer), y en 1927 Raymond Duguet (Un bagne en Russie rouge) habían publicado las primeras obras sobre el tema tras un trabajo minucioso de investigación y de recopilación de testimonios obtenidos en Francia, Alemania y Gran Bretaña por parte de prisioneros liberados o fugados y transmitidos por periodistas occidentales o por la emigración rusa.
Sin entrar en detalles, también se puede añadir que los prisioneros cosacos habrían debido disfruta de las garantías previstas por las Convenciones de La Haya de 1899 y de 1907 y de Ginebra de 1929 relativas al derecho internacional humanitario. ¡La aplicación estricta de estas habría debido evitar tanto la repatriación forzada de los cosacos, aunque fueran soviéticos, como el uso del engaño! Esa no fue la voluntad de la Foreign Office británica, que interpretó esas convenciones en un sentido conforme «a las necesidades del momento»…